Leticia Martínez Hernández/Cubahora
Son la diez de la mañana. Parecen las seis de la tarde, pero no, recién comienza el día. A esa temprana hora ya se ha sudado mucho. El sol todavía no está en la mitad del cielo y el cuenta millas del cansancio no encuentra los números para cuantificar la fatiga.
Ella abrió los ojos al amanecer. Los pañales quedaron hervidos desde la noche anterior, lucen blanquitos como masa de coco. Ahora toca enjuagarlos y tenderlos al sol, porque sino la bebé se resfría, dicen los ancianos.
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