Original de Mayda Camacho
Gracias: palabra millones de veces repetida en prosa, en canto, en grito, en susurro, en llanto, en alegría, en esperanza… en tantos tonos y sentimientos encontrados, que se hace difícil dejar escapar otra forma de darlas. Hoy, los trabajadores de la salud además de salvar vidas, exponiendo la de ellos y los suyos, están dando un mensaje al mundo de solidaridad que no debemos dejar pasar por alto.
Agradecer es una muestra también de sencillez y modestia. Realmente ellos merecen más que las gracias. Cuando se arriesga tanto por todos y no se espera nada a cambio: es una obra de altruismo tal que debe ser reconocida en todos los idiomas. A ellos va el palpitar de nuestros corazones cada mañana al amanecer sanos y salvos. Incluso si estuviéramos en medio de una enfermedad y ellos están al pie de nuestras vidas para darnos seguimiento hasta el desenlace final.
Si usted, lector(a), es uno de esos ángeles de batas blancas pues vengo a ofrecerle mi corazón, como dijo Fito Páez, porque: “¿quién dijo que todo está perdido?”. Aún cuando al final de su guardia tiene la cara marcada del nasobuco, el cansancio le nuble la vista y extrañe el abrazo espontáneo de sus seres queridos al llegar a su casa. Aún así: su rostro seguirá siendo la luz de nuestros días, su visión se recuperará con un descanso en familia y trabajaremos todos para que terminen estos días de tanta distancia y finalmente sus pequeños se les cuelguen al cuello no más lleguen a casa… pronto, eso, será pronto.
Por nuestra parte, queda comprometernos a ser disciplinados y cumplir con las normas de las cuarentenas y medidas higiénicas correctas. Debemos seguir con el saludo codo a codo aunque sueñen nuestros cuerpos con un profundo abrazo. Guardemos todos nuestros deseos y ansias de cariño para cuando pase la tormenta, por ahora: escribamos, soñemos, y esperemos con esperanza y amor.
Invoco a Silvio Rodríguez: “Te convido a creerme cuando digo futuro, si no crees mi palabra, cree el brillo de un gesto”. Un simple gesto, que puede ir en una mirada, un agradecimiento de todo corazón, a quienes trabajan con tanta tesón.
Hoy, Día de la Pachamama (o de la Madre Tierra), el Mundo ha impuesto una pausa a nuestras ajetreadas vidas para darnos cuenta de pequeños detalles que no teníamos bien aprehendidos: que la naturaleza es frágil y necesita de nuestros cuidados extremos, es nuestra casa y debemos a ella la vida. Hoy, respira la Pachamama porque hay menos contaminación ambiental por las cuarentenas, pues hagamos que siga sana y nuestros ángeles de la guarda cada vez dependan menos de oxígeno artificial para dar aliento a la Humanidad.
A ellos, los increíbles héroes sin descanso, a los que además son hijos, padres, hermanos y amigos, va toda nuestra fuerza para que sigan con la frente erguida. A los valientes que todos los días corren el riesgo de ser víctima de esta Pandemia; a los que vienen y van entre pacientes pero se quedan en el corazón de TODOS; a los que a veces piensan claudicar pero la conciencia es más fuerte y siguen adelante; a los que sonríen para animarnos y a oscuras se desahogan de tanto dolor, porque son igualmente sensibles; a todos y cada uno de ellos: los agradecidos los acompañamos!
No cejen en el empeño, valientes guerreros, porque ese día todo estaría perdido. Por el contrario: vístanse con sus batas blancas, como armaduras para la guerra; pónganse los equipos de protección, como el escudo contra el enemigo; ármense de medicamentos y mucho humanismo; que el mundo los mira, los anima, les agradece y con mucho orgullo agrego: que muchos niños ya dicen que quieren ser Doctores. El presente depende de todos, para lograr ese futuro anhelado.
Foto: tomada de Internet.